Empecé a verla a las pupilas y no solo a los ojos, empecé a notar la belleza en fuego con la que ardía al tocar la poesía de mis entrañas.
Así empecé a notar que me estaba enamorando de su armonía facial, de su color café amargo en cada tonada con la que hablaba, y así, entonces amé su voz.
MH